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Adopción de Corazón

"La niña no nació bien... ¿quieren desistir de la adopción?"

Claudia Ramírez nos comparte su historia de adopción y discapacidad, y cómo hoy en día ella sirve a otras familias con lo que ha aprendido a través de Consciencia y Balance.

Cuando soñaba con ser mamá no me imaginaba en ningún momento que la adopción sería una de las formas de serlo. Hoy en día soy mamá de dos niñas, la mayor biológica y colombiana, y la menor por adopción y venezolana. Ambas han sido un instrumento de Dios para cambiar mi vida y acercarme a Él.

Cuando mi hija mayor tenía 2 años perdí un bebé y mi corazón tuvo tanto dolor que mi cuerpo se cerró a la posibilidad de más hijos. Dos años después, explorando opciones con mi entonces esposo, me mencionó la posibilidad de la adopción para que la familia fuera más grande. Como no lo había pensado antes, no fue algo que me emocionó en un principio. Oré mucho y finalmente Dios me enamoró de la idea.

En ese momento vivíamos en Venezuela por temas laborales y allí comenzamos los trámites correspondientes. Hicimos todo el proceso de formación y nos informaron de una mujer que no podría tener a su bebé y quería que no estuviera institucionalizado sino en una familia. Aceptamos la asignación de la bebé; lo único que sabíamos es que era niña. Elegimos su nombre y desde ese momento la sentí mi hija.

El día del nacimiento estaba muy ansiosa por ver por fin la cara de Manuelita, pero de la emoción pasé a la preocupación ya que transcurrían las horas y no nos informaban nada. Al final de la tarde, después de todo el día en la clínica, recibimos la llamada de la parte legal del proceso, quien nos informaba que Manuela no había nacido bien y que teníamos la opción legal de desistir del proceso.

Me imaginé lo peor: ¿Qué podría significar que Manuela no nació bien? ¿Estará a salvo? ¿Podrá vivir? Yo sólo quería ver su carita. La ginecoobstetra nos informó que Manuela tenía Síndrome de Down. Era evidente que tenía trisomía, pero seguía siendo Manuela. Además, la niña nació con una triple cardiopatía y una ictericia que estaba afectando mucho su salud y estuvo hospitalizada alrededor de 15 días.

En esa incertidumbre sobre su vida, en recibir un diagnóstico no esperado, haciendo el duelo de tener en las manos una niña diferente a lo soñado, Dios siempre habló a mi corazón sobre su amor sin condiciones hacia mí, y sus planes tan diferentes a los míos.

Mientras Manuela estuvo en la clínica, solicitamos consejo y también recibimos opiniones no pedidas, algunas más dolorosas que otras. Nuestra decisión fue llevar a Manu a casa.

La más desprevenida (y por lo tanto, feliz) era su hermana mayor. Ella también participó en algunas de las charlas de preparación y su emoción era evidente día tras día. Cuando le preguntamos qué pensaría de tener una hermana diferente, nos dijo, “¿Cómo una hermana sin brazo?”

“Sí, algo así,” contestamos. Nos respondió, “Pues ayudarla a amarrarse sus zapatos y lo que ella necesite.”


Dos meses después de que Manuela llegara a su nuevo hogar, ese hogar se destruyó. Mi exesposo se fue de la casa y yo quedé angustiada sin saber qué hacer en un país que no era el mío, sin familia, ni apoyo, ni amistades profundas. Sentí que mi vida, junto con todos mis sueños, había muerto.

¿Qué podría depararme la vida con este panorama tan sombrío? ¿Cómo podría ayudar a mis hijas a tener una vida satisfactoria si yo no podía contemplar satisfacción propia? Sin embargo, aquella muerte de la vida como la conocía tan sólo fue la semilla para darme una nueva vida. Al acercarme al corazón de Dios y decidir vivir con Él como mi todo en todo, nuevas semillas de vida y nuevos sueños fueron germinando en mi corazón. Tuve momentos de rabia, de desilusión, de sentir que no podía perdonar. Pero Su amor fue transformando mis días sombríos en días de sol y comprendí que las circunstancias no deben ser perfectas para ser un instrumento del amor de Dios.

Además de lo que había pasado con mi matrimonio, la entidad encargada de la adopción me informó que no podía seguir con el proceso como familia, ya que estaba desintegrada la familia y que al no ser idóneo el hogar, Manuela debía ser institucionalizada. Gracias a la salud tan deteriorada de Manuela permitieron que se quedará conmigo y que yo iniciara el proceso sola. En esto veo cómo se cumple lo que Dios dice en su palabra, que TODAS las cosas nos ayudan a bien cuando depositamos nuestra confianza en Él.

El proceso de adopción de Manuela me enseñó que detrás de toda herida y dolor está la soberanía y amor de Dios, que si tú lo permites se convertirá en tu propósito de vida y así podrás ayudar a otras personas. Fue un largo proceso que duró casi 7 años para dignificar legalmente algo que ya estaba escrito en nuestros corazones. ¡2370 días en un estado temporal, muchas batallas emocionales, físicas, espirituales y legales! Dios es quién ha reivindicado su dignidad y derechos. Este periodo de prueba me permitió conocer a Dios como no lo hubiera podido experimentar de otra forma.

  • Lo conocí como nuestro Cuidador mientras Venezuela atravesaba periodos de gran inseguridad;

  • Como nuestro Proveedor en la etapa de escasez de alimentos y servicios públicos;

  • Como mi Esposo, siendo Él mi única compañía;

  • Como mi Libertador cuando no nos permitían salir del país si el juez de adopción no lo permitía;

  • Y como el Padre de mis hijas y realmente mi todo en todo.


Se dice que donde está nuestra herida está nuestro llamado. Tanto el proceso de adopción como tener a una hija con discapacidad, me permitió consolidar un emprendimiento que no hubiera sido posible sin ella. Por esta razón trabajo en la actualidad con familias de diferentes partes del mundo, apoyándolas a transformar un diagnóstico en oportunidad y trabajar en el bienestar y desarrollo de sus hijos con discapacidad, a través de adecuados hábitos de alimentación y vida. Consciencia y Balance es el resultado de tener una hija con Síndrome de Down; este diagnóstico transformó nuestra vida y nos dio la oportunidad de ver la vida con esperanza y vivirla con real bienestar.

Lo que un día parecía una herida se convirtió en el punto donde entra la Luz a nuestras vidas y la oportunidad de ayudar a otras familias con esta misma situación. En este proceso he aprendido que vivimos en un mundo estandarizado donde la diferencia incomoda porque nos confronta sobre nuestras propias “debilidades.” La discapacidad de mi hija nos ha transformado para vivir con excelencia en cada área de nuestra vida y su desarrollo y vivir a plenitud mi vida con propósito y significado. Realmente Dios me bendijo con lo que (para el mundo) puede ser una carga. Por eso puedo afirmar que los planes de Dios son más altos que cualquier sueño mío. De esta manera ha hecho que Isaías 55:9 sea una realidad en mi vida a través de la vida y la adopción:

“‘Porque mis ideas no son como las de ustedes, y mi manera de actuar no es como la suya. Así como el cielo está por encima de la tierra, así también mis ideas y mi manera de actuar están por encima de las de ustedes.’ El Señor lo afirma.”



Claudia Ramírez, especialista en desarrollo cerebral infantil y nutrición funcional para niños con discapacidad, atiende a familias con hijos con discapacidades a través de Consciencia y Balance, transformando un diagnóstico en oportunidad.

Puedes solicitar sus servicios y apoyo en www.conscienciaybalance.com, por Instagram @conscienciaybalance, correo: conscienciaybalance@gmail.com, o WhatsApp +584142577420

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