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Adopción de Corazón

Expectativa vs. Realidad

Llevamos casi doce horas en la carretera. Teníamos hambre y estábamos cansados. Nuestro hijo adolescente se iba a encontrar con su hermanita biológica después de ocho meses sin verse. Ya nos aproximábamos a la casa. Volteé la cabeza hacia mi esposo y le dije, "Son muchas emociones, además del cansancio físico. Debemos estar preparados para una explosión." También intentamos hablar con el niño para ayudarlo a conectarse con sus pensamientos y emociones, pero decía que estaba "normal" y que esta situación "no le afectaba."


Su hermanita, por otro lado, llevaba semanas preguntándole a su madre adoptiva cómo creía que iba a ser el reencuentro. Se imaginaba una escena de película, que correrían a abrazarse y prorrumpirían en llanto. Su mamá intentaba hablarle de otras posibilidades de como sucedería.


Llegamos a la hora de la puesta del sol. Caminamos hacia la puerta, donde se asomaron madre e hija. Nuestro hijo fue el último en salir de carro, y se acercó despreocupadamente. ¡Saludamos a la mamá, pero de repente la niña no se encontraba por ninguna parte ¡Inundada por las emociones, se había metido en la habitación, debajo de la cama!


Expectativa vs. Realidad. Nos puede suceder a todos. No reaccionamos de la manera que esperábamos. Otros actúan de formas que nunca nos imaginamos.


Luego de cenar juntos, fuimos a nuestro hotel para la noche. Fue ahí donde nuestro hijo (a quien nada de este evento parecía afectarle) empezó a manifestar las emociones revueltas que tenía. Intentó buscar conexión con su papá, pero de una manera muy infantil, que no entendió. Luego se fue enojado y bloqueado a su cama. Cuando yo supe lo ocurrido, fui para dar voz a sus necesidades y emociones que se estaban "ahogando," pero subió las defensas y no recibió el cariño y sintonización emocional que le ofrecía.


Nos fuimos a dormir. Yo me sentía decepcionada de no haber podido evitar aquella alteración emocional y relacional. ¡Si yo ya sabía que esto podía venir! ¿Por qué no lo pude prevenir? Expectativa vs. Realidad.


Gracias a Dios, la luz de claridad me llegó en ese momento (y no a las 4:00 a.m. como normalmente me pasa):

Aún si me las sé todas, aún si aprendo todas las técnicas de la crianza e intervención informada en trauma, si leo todos los libros, si visitamos a todos los profesionales, no voy a poder controlar los resultados.


Esta idea me permitió dormir tranquila, y desde entonces me está transformando el pensamiento. Tengo que redefinir el éxito. Mi definición de éxito como madre no puede depender de algún resultado o resolución de las luchas de nuestros hijos, ni de su comportamiento, ni nada más que yo no controlo.


Mi definición del éxito sólo puede estar en algo mío, por ejemplo:

"Voy a cuidar mis necesidades (físicas, emocionales, relacionales, espirituales...) para poder ser la mejor versión de mi misma." O "Voy a aprender lo que yo pueda y aplicar las herramientas para mejorar la relación -- SIN controlar el resultado."

Tal vez hoy va a ser, "Voy a pausar antes de responder cuando mi hijo dice algo hiriente."


Y tú, ¿Cómo definirás el éxito hoy?


Hay otro asunto para mencionar. ¡Sólo soy un ser humano!

¡Lo bueno de este hecho es que es muy animador para nuestros hijos! Cuando me equivoco y "arruino todo," tengo otra oportunidad para modelar la reparación relacional. Esta es una habilidad para la vida que todos necesitamos aprender: reconocer lo que hicimos, pedir perdón, buscar restituir y reconciliarnos. Podemos mostrarles que nadie puede ser perfecto, entonces esa no puede ser nuestra meta (dícese, la definición del éxito).


Estas fallas diarias me recuerdan que siempre voy a necesitar a Cristo -- el Evangelio es la respuesta que todos necesitamos, todos los días. Yo sigo siendo pecadora (¡además de imperfecta!) y sigo necesitando que Alguien mayor que yo intervenga. Nuestros hijos e hijas necesitan la intervención que Dios trae, bien sea directamente o a través de parientes, vecinos, amigos y profesionales. Parte de mi definición del éxito es reconocer que no puedo serlo todo para mi hijo, y permitir que otros hagan su parte de la "aldea" en la crianza.


Repite conmigo: "Hay un salvador, y no soy yo."


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