top of page
Adopción de Corazón

¡Por favor, quiero quedarme contigo!

Convertirme en un adulto seguro y confiable para un niño que ha sufrido el trauma del abandono ha sido un llamado que ha transformado mi vida, enriqueciéndola y confrontándola de maneras que jamás imaginé.


Mi cuarto hijo vino a casa a través de la adopción. Después de ser mamá de tres hijos biológicos, pensé que no había mucho más que aprender; era una experiencia que ya había pasado con dos hijas y un hijo que ya son jóvenes adultos. Sin embargo tres años después de adoptarlo tuvimos un incidente que cambió por completo mi perspectiva sobre la necesidad de equiparme y entrenarme para criar un hijo con un pasado desconocido para mí. Aprendí que su experiencia de trauma temprana le provocó una crisis de temor e inseguridad. Lo cual lo hizo retroceder todo lo que habíamos avanzado hasta ese momento.


Yo sirvo en un Hogar de niños – el Hogar en el que vivía mi hijo antes de llegar a casa—y organizamos una actividad con una iglesia local, en la que cada niño se iría con una familia y se los llevarían a sus casas para que tuvieran un fin de semana especial. A esa actividad me acompañó mi esposo y el niño, pero cometimos el grave error de no contarle en qué consistía la actividad y expresarle que él estaría por supuesto todo el tiempo con nosotros. Para nosotros, ya era “obvio” que él era nuestro hijo.


Cuando empezaron a llegar las familias, yo dije en voz alta “YA VIENEN LAS FAMILIAS QUE SE VAN A LLEVAR A LOS NIÑOS.” Nunca imaginé el impacto que esas palabras tendrían en el corazón de mi hijo.


Mientras revisaba el listado de las familias que se llevarían a cada niño, de repente mi esposo me preguntó si había visto a nuestro hijito, porque no podía encontrarlo. Empezamos a buscarlo desesperados por todas partes. Por fin lo encontramos escondido debajo del sillón de la van del hogar en la que llegamos, muerto de miedo. En cuanto me vio me dijo, “¡Mami por favor, yo no quiero ir con otra familia, quiero quedarme con ustedes!”


Inmediatamente entendí lo que implicaban mis palabras para él: La amenaza, el miedo, la inseguridad. Para él en ese momento, era una posibilidad real que se tuviera que ir con desconocidos, contra su voluntad.


Lo sacamos de la van, lo abrazamos y le dijimos un millón de veces que nunca lo entregaríamos a otra familia, sino que seríamos familia para siempre. Le explicamos que esa actividad era sólo para los niños del hogar, porque había familias que querían bendecirlos con un fin de semana lleno de sorpresas y cuidado especial para ellos.


El lunes empezaba su curso de vacaciones con actividades deportivas y manualidades, al cual se rehusó rotundamente a asistir. No logramos convencerlo de que fuera ni un solo día; cada mañana intentaba persuadirlo, pero él reaccionaba con miedo y llanto, rogándome que no lo llevara. Yo estaba realmente perpleja por su reacción de temor, porque antes no era así. Una noche después de platicar un buen rato me contó que le daba mucho miedo ir al curso de vacaciones porque pensaba que tal vez por error una mamá que recogiera a su hijo, se lo podía llevar a él también.


Definitivamente esas palabras que sin advertir pronuncié aquel día delante de él, habían roto toda la confianza y la paz en su corazón. Comprendí que había que empezar de cero con él a construir de nuevo esa confianza.


El trauma afectó su percepción de las cosas. Yo creía que ya se había resuelto a través de tanto tiempo y muestras de nuestro amor. Pensé que su confianza era como un lago congelado: tan firme que yo sería capaz de caminar sobre él. Resultó que la capa de hielo era tan delgada, que esta situación fue como lanzar una roca que lo quebró por completo. No era seguro aún; el hielo no era lo suficientemente grueso para soportar la piedra.


Fue un camino difícil, lento, y con muchas acciones por nuestra parte intencionales y dirigidas a transmitirle seguridad. Muchos días fueron muy difíciles; recuerdo que un día orando por mi niño, le dije a Dios que ya no sabía que más tendría que hacer para que él estuviera seguro de nuestro amor y no dudara de nosotros. El Señor habló a mi corazón y me dijo, “Lo mismo me pasa contigo: te he demostrado que soy tu Padre y que jamás te desampararé. Sin embargo cuando viene una situación difícil a tu vida, corres a buscar soluciones sin antes venir directamente a mí a buscar consuelo y dirección, como si dudaras de mi amor por ti.”


Ese día tuve una gran revelación: Primero, que tanto mi hijo como yo necesitamos restauración, amor y seguridad. Y segundo, que yo puedo descansar en la seguridad de que, ¡así como yo no me voy a rendir construyendo la confianza de mi hijito, mi Padre celestial tampoco se rendirá jamás conmigo!



Sara de Ruano

es madre biológica y adoptiva (y psicóloga) en Guatemala.

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page